Voluntariado Santa Teresa de Lisieux
Una forma de evangelizar en familia
Formamos parte de las familias del Esplai de Santa Teresita. Además de las actividades orientadas a la formación de nuestros hijos, bien como monitores, bien como participantes, se organizan actividades de formación para los padres.
El objetivo es vivir en familia la formación doctrinal, la humana, la piedad, de forma que vivamos la unidad de vida en la familia, siendo una semilla de evangelización en casa y en el mundo.
Una de las actividades, propuesta por la familia Godó, impulsores de Casa María, fue la de llevar a Jesucristo a las personas abandonadas, a las personas que la sociedad menosprecia y margina, a los pobres de solemnidad que viven en las calles de Barcelona sin aparente esperanza.
La actividad se iniciaba tras la misa del sábado por la tarde, con la exposición y adoración al Santísimo, y mientras una parte de la família se quedaba rezando al Señor especialmente por los pobres y abandonados, el resto salían en grupos pequeños a encontrarles, a hablarles, a quererles, a rezar con ellos. Padres, madres, jóvenes y pequeños salían en una aventura de Amor, por María y por Cristo.
La propuesta era sorprendente para muchos de los que se hallaban en la calle, pero la acogían con cariño porque se hacía con amor y con humildad. Solamente queríamos llevarles a Jesús, abrir su corazón al Corazón de Jesús y devolverles esa dignidad de la que andan tan faltos por las circunstancias, con frecuencia terribles, de su vida personal, familiar.
Por la hora que era, los encontrábamos en los lugares donde iban a pasar la noche, solos o en compañía de algún otro: un cajero, un portal, un banco...
Conocimos personas con historias terribles, llenas de tropiezos y de abandono, muchos faltos de esperanza y de amor, y del Amor verdadero.
El agradecimiento en la mirada era un premio para muchos de los que íbamos a su encuentro, que cambiabamos la indiferencia habitual por compasión y cariño; ver a Cristo en ellos, igual que veiamos a Cristo en la Eucaristía. Corazones transformados en un paseo nocturo.
Hablarles de Nuestra Madre, que acoge y lleva a Cristo. Rezar el Rosario con ellos... hacía que hasta el más pequeño de los niños quedara impactado por conocer una realidad que, desde entonces, quieren cambiar con oración y con acciones. Casa María ha sido un descubrimiento para muchas familias, que han colaborado desinteresadamente desde entonces en este apostolado de los abandonados.
En alguna ocasión, alguno de ellos se acercaba a la Parroquia para rezar el Rosario ante el Santísimo. Qué encuentro tan hermoso! Una alma lo vale todo.
Gracias a Casa María por removernos, por ayudarnos a reconocer en los más desfavorecidos a Cristo. Tantas veces es a través de Nuestra Madre Santa María que reencontramos al Señor.
Testimonio:
El Papa Francisco escribió en la Jornada mundial de los pobres:
“Estamos llamados, por lo tanto, a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad. Su mano extendida hacia nosotros es también una llamada a salir de nuestras certezas y comodidades, y a reconocer el valor que tiene la pobreza en sí misma.”
Y estas palabras se hicieron obra en las salidas familiares de la Parroquia de Santa Teresita, en los inicios de la Casa de María Reina de la Paz. En esas salidas entendí el significado de las palabras del Papa. No eran sólo unas frases bonitas, era un reto, era un abrirnos los ojos, era encontrar a Jesucristo en los ojos de los mendigos, los indigentes, lo más pobres. Entendí que lo peor de la pobreza no era dormir en un cajero, era la soledad, su invisibilidad, nuestra indiferencia.
Tengo una amiga que me explica que cuando ella ve a un mendigo en la calle siempre le mira a los ojos y le dice: “cuando llegues al cielo reza por mí”.
Poco a poco con Ana y el proyecto de Casa de María Reina de la Paz he ido cambiando mi mirada hacia la gente que vive en la calle, ellos son hermanos nuestros, son hijos de Dios igual qué nosotros. ¿Cómo nos hemos insensibilizado tanto? Yo pasaba a su lado y ni los miraba. Se me había endurecido el corazón y pensaba que dando la calderilla que llevo en el bolsillo les estaba ayudando. Si son nuestros hermanos, ¿por qué no les tendemos la mano? ¿Por qué no los miramos a los ojos? ¿por qué no les decimos unas palabras de cariño? ¿Por qué no les acercamos a nuestro gran tesoro: a que conozcan a Jesús que camina junto a ellos? Eso lo aprendí más tarde, en los inicios de la casa de María Reina de la Paz.
Con las primeras salidas de la Casa María entendí todo esto, aprendí a quererlos y a abrazarlos, sentí que eso es lo que necesitan: no que les demos las monedas que nos sobran, sino que comamos con ellos, que los acompañemos. ¿Cuánto vale un abrazo? ¡Incalculable! Y esto sólo se entiende a la luz de la fe. Junto a ellos, delante del Santísimo, me he sentido verdadera hermana, los he mirado de igual a igual y de repente veo cuántas cosas tenemos en común, su alma y mi alma son iguales para Dios.
Todo empezó desde la Parroquia de Santa Teresita. Yo llevo a mis hijos al Esplai de Santa teresita de Liseux y allí la familia Godó empezó a organizar unas salidas de familias al encuentro de los “sin techo” de la zona de la parroquia. Pensé que eso sería bueno para mis hijos, que aprendan a ayudar a los que menos tienen, sin tener la más remota idea de que a quién más ayudaba era a mí.
Las familias nos dividíamos, unas se quedaban en la capilla, con el Santísimo expuesto, rezando por la gente que nos íbamos a encontrar esa noche, por las personas que el Espíritu Santo nos iba a poner en el camino. Y el resto de las familias salíamos a la calle rezando buscando en los cajeros a algún mendigo que poder tenderle una mano.
La primera vez salimos varias familias con una lámina de la Virgen bien grande a la cabeza y empezamos a rezar el rosario caminando por las calles del barrio de Gracia de Barcelona. Ahí pensé ¡hay Dios mío que nos van a ver y se pensarán que estamos locos! Luego entendí que esas son mis miserias y ahora saldría pensando ¡sí, estamos locos de Amor a Jesucristo!
Cuanto aprendí con esas salidas!
y llegamos al primer cajero donde había una persona echada encima de unos cartones.
Ana nos dijo que al principio les ofreciéramos algo de comer, pero que en el fondo ellos podían comer en Cáritas o a la puerta de un supermercado. Que lo que no tienen es el cariño y el amor de Dios. Lo importante era hacerles saber que Dios los ama, que Dios está con ellos y que les está esperando, que no pierdan la esperanza.
Yo, en mi ignorancia y mi pequeñez, pensé que nos iban a enviar a la porra cuando les invitásemos a la Adoración con todos los problemas que tienen. Pero seguí.
Fuimos a su lado, le ofrecimos un poco de chocolate caliente, un bocadillo, nos sentamos junto a él y le preguntamos cómo estaba. Al rato, Ana empezó a explicarle que somos un grupo de la parroquia de Santa Teresita, le regaló un rosario y le invitó a rezar con nosotros en la capilla. Yo me quedé muda cuando esa persona nos empieza a explicar que éramos las primeras personas que le hablan en ese día, en varios días. Que la gente pasa por su lado y ni le mira y que nadie le había preguntado antes cómo estaba.
Se levantó, recogió los cartones y vino con nosotros. Estuvimos una hora rezando delante del Señor. Él lloraba y nos daba las gracias por estar allí. Y en ese momento entendí todo, entendí que era mi hermano, que nos separan muy pocas cosas, que a los ojos de Dios éramos iguales, que le quiero y le quiero ayudar, quiero darle un poco de cariño, que quiero que sienta que no está solo, quiero que encuentre Paz en su corazón.
Entonces, un motor se encendía en la cabeza de Ana: le ofrecía dormir en la Casa de María, que en los inicios estaba en la zona de Gracia y organizaba turnos para rezar con él, acompañarle a Misa, ayudarle a buscar trabajo, a tramitar papeles y un sin fin de cosas, de las cuales la más importante es acompañarle en el Señor, que encuentre la paz junto a Jesús Resucitado, que sepa que le quiere.
En una de las salidas conocí a José Antonio, ¡gran personaje! Unos de los primeros acogidos en la Casa de María y que ahora ayuda a los demás a sentirse como en casa. José Antonio venía a las adoraciones de Santa Teresita. Y nos ayudaba. Salió de la calle y con la Casa de María fue a Roma, saludó al Papa. Y me contó como el Papa en ese instante que le miró le habló con el corazón. Le dijo “no te vayas” y en ese momento él pasaba por un momento de dudas de volver a la calle, pero que en esa mirada que le llegó al corazón sintió que tenía que seguir, que tenía que rezar, que tenía que recuperar su dignidad.
Y como José Antonio llegó más gente a la Adoración. Mis hijos me preguntaban cuándo era la siguiente salida a recoger a la gente que dormía en los cajeros.
Nunca hubiera imaginado lo que pasaba en esas salidas, cómo poco a poco iban transformando mi corazón, como poco a poco me hicieron mejor persona. Tampoco nunca imaginé que, en cada salida, los más pobres vendrían con nosotros a la capilla, y allí que allí encontrarían el Amor de Dios. Allí, arrodillados delante de Jesús sacramentado, en la capilla de Santa Teresita se pasaban una hora rezando, una hora en el cielo. Espero que en alguna de sus oraciones recen por mí porque ellos tienen ya ganado el cielo. Y yo también le quiero decir “cuando llegues al Cielo reza por mí”.-Mayte
Necesidad:
Voluntariado donde se hace salidas por la calle, se les acompaña espiritualmente y se les lleva sacos de dormir, comida y mantas. Se les identifica para poderles ayudar posteriormente. Ideal: salir a la periferia